Cuando compramos una casa, además de la ilusión puesta en ese momento, tenemos claro que queremos prevenir cualquier situación que pueda afectar a nuestra recién adquirida propiedad. Por eso, uno de los primeros trámites que llevamos a cabo es contratar un seguro del hogar. Todavía no ha pasado nada, pero más vale prevenir que curar.
Pues lo mismo deberíamos hacer en el caso de los abogados. La abogacía preventiva no es una costumbre muy arraigada en nuestro país. No así en la mayoría de países anglosajones, donde son conscientes de la importancia de contratar un abogado y contar con él de manera habitual aún cuando no se necesite de sus servicios.
Por ejemplo, sería muy interesante tener ese abogado de confianza para poder consultar con él aspectos relativos a temas fiscales. En una situación tan cambiante como la que ahora estamos experimentando en nuestro país, es más que necesario contar con ese asesor al que consultar a la hora de emprender un nuevo negocio, poner en orden nuestros aspectos económicos, etc….
Y qué decir de todos aquellos temas relacionados con herencias y testamentos. La abogacía preventiva debería ser casi obligatoria para que a la hora de la verdad, en momentos más o menos complicados a nivel personal, tengamos todo atado y bien atado. Otras dos situaciones (y son sólo pequeños ejemplos) en los que sería interesante haber recurrido a la abogacía preventiva son:
- La jubilación. Un momento de enormes cambios a todos los niveles y donde un abogado “de confianza” con el que hemos preparado durante años la nueva situación, nos proporcionará la tranquilidad personal, laboral, económica y legal que necesitamos para afrontar el futuro, no sólo nuestro sino del resto de la familia.
- Firma de documentos legales: la vida está llena de momentos en los que nos vemos obligados a firmar un documento legal más o menos comprometedor. No siempre sabemos qué estamos firmando ni las consecuencias legales que puede tener nuestra firma. Contar con un abogado de confianza, que nos conoce desde hace años (ya que recurrimos a la abogacía preventiva) hará de ello un mero trámite en el que conoceremos cada detalle, las implicaciones de dicho documento y lo que nuestra rúbrica supone.
En definitiva, la abogacía preventiva es sinónimo de tranquilidad. Algo que, en los tiempos que corren, vale más que el oro.